PRESENTACIÓN Y PREGÓN DE LA FERIA SAN BARTOLOMÉ 2011

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PRESENTACIÓN Y PREGÓN DE LA FERIA SAN BARTOLOMÉ 2011

07/09/2011

Dña. Manuela Martín Sánchez y D. Jose Carmero Ramos

PRESENTACIÓN PREGON FERIA 2011

Buenas noches Aguadulce, un año más estamos de fiesta y como ya viene siendo habitual, nos reunimos en esta plaza para que, con un pregón, se abran las puertas de la feria y nos acerquemos a celebrar la festividad de San Bartolomé.
 
Por lo que a mí concierne, contarles que fue todo un placer decir el pregón del año pasado, fue mucho más que un simple discurso, fue algo difícil de explicar, fue algo envolvente, una sensación de arropo, de atención y de sentimientos compartidos. Lo que se siente aquí arriba es una gran emoción.
 
Se tiene la sensación como, si fuese casi una confidencia personal, con cada uno de los que me escuchabais en esta misma plaza. Muchas gracias por hacer que lo viviera.
 
Y una vez más, tengo la oportunidad de dirigirme a todos ustedes, en fechas tan señaladas. Esta vez mi cometido es presentarle a la persona que con sus palabras, va a iniciar la feria, a nuestro pregonero de este año, a Don José Camero Ramos.
También conocido como Pepín el de los Ases, que para muchos es un desconocido. Me han preguntado que quien era, si vivía aquí, otros querían saber si era de Aguadulce y los más curiosos, que a que se dedica.
 
Y para dar respuesta a estas preguntas, voy a intentar arrojar un poco de luz, ya que hablar de D. José Camero, resulta una tarea ardua y extensa. Simplemente voy a pasar de de puntillas por su amplia biografía y así podemos conocerlo un poco mejor y apreciar la calidad humana y la categoría cultural de nuestro pregonero.
 
Y empezare contándoles, que Pepín nace en Aguadulce, un 23 de Enero y según consta en una anotación que hizo su padre en una foto, lo hizo a las 10 de la noche. El lugar, la calle San Bartolomé, justo donde hoy está la tienda de Eli. Pero muy pequeño empieza su periplo por España. Tan pequeño que al poco de nacer se marcha de aquí y es bautizado en Pedrera. Su padre era Guardia Civil y ya sabemos que en esta profesión se cambia de destino y se vive en muchos sitios.
 
Su niñez y primera juventud las pasa en Utrera, estudiando en los Salesianos. Por allí, como muchos otros de Aguadulce, aparecen dos pequeños de 9 años, Manolo Lara y Aniceto Sánchez. Aniceto, en su primer día, entra en el colegio de la mano de nuestro pregonero, que es un poco mayor. Así se sintió más protegido y seguro.
 
Pero sea como fuere, siempre vuelve a Aguadulce. Para el, las vacaciones eran y siguen estando en este pueblo. Cuando joven, vivía ahí frente, donde algunos recordamos, estaba el despacho de vinos y vinagre, llamado Los Ases. Un lugar del que recuerdo un cuadro con los ases de la baraja, y un olor intenso y característico a bodega de vino.
 
El vive sus veranos con sus amigos entre el bullicio de esta plaza y las huertas. Y como no, vive intensamente la feria y la procesión de San Bartolomé, con sus fuegos artificiales.
 
Decirles que es un hombre con una gran formación y una amplia cultura, que no se cansa de aprender e investigar. Tanto ha sido su empeño, que ha terminado siendo el Director de la Universidad a Distancia de Córdoba, cargo que ostenta actualmente.
 
Pero, para conseguir esa gran meta, ha tenido que esforzarse de una manera intensa. Las posibilidades económicas de su familia eran limitadas, no había recursos. Por lo que, para alcanzar la licenciatura en historia, tuvo que trabajar y estudiar duro. Esto lo ha hecho ser una gran persona y un gran profesional. Todo lo que es y todo lo que tiene se lo ha ganado a pulso.
 
Su vocación, la enseñanza, es profesor y lo ha sido toda su vida laboral. Cuando termina su licenciatura, allá en Barcelona, empieza a ejercer como profesor de primera enseñanza. Saca las oposiciones, y se convierte en maestro nacional.
 
Muchos se quedarían aquí con la vida laboral más o menos resuelta. Pero a nuestro pregonero no le termina de convencer este estado, quiere llegar más alto y es por eso, que se arriesga y se va a la Universidad de Barcelona como profesor. Este trabajo, aunque interesante, la universidad es el único sitio donde se podía investigar medianamente, no es muy seguro y por aquel entonces, ya tenía dos hijos pequeños.
 
Por eso, decide poner un poco mas de estabilidad a su vida laboral y consigue aprobar las oposiciones a la cátedra de Instituto. Le dan su plaza en Cabra, con lo que regresar al sur, todo un giro personal y profesional. En este instituto, que por cierto es el segundo más antiguo de toda Andalucía, llega a ser secretario y luego director.
 
Pero no satisfecho, sigue investigando y redacta su tesis. Con ella consigue el Doctorado en Historia, académicamente después de esto, hay poco más. Ha conseguido llegar a lo más alto.
 
Del instituto pasa a ser profesor en la Universidad de Córdoba, hoy como les dije al principio, es Director de la Universidad a Distancia y entre nosotros, es ahí donde quiere terminar su vida profesional.
 
Pero lo mejor de su curriculum es lo fácil que es su relación con los demás y lo sencillo que es llegar hasta el.
 
Pienso que Pepín, más que un ciudadano del mundo, es un panciverde del mundo, que sigue volviendo a sus raíces, a Aguadulce, cada vez que tiene tiempo.
 
Pero esta noche, nos vamos a quedar con su pregón y sobre todo, con la fidelidad, a este su pueblo.
 
Hoy contamos con él para que, con su pregón empiece la feria y para que nos cuente su sentir. No dudo que va a ser un pregón espléndido, como corresponde a un orador de amplia cultura y formación, pero también con la chispa de alguien que a los 17 años fue piloto de vuelo sin motor.
 
Por mi parte, desearles que pasen una feliz feria y que San Bartolomé los bendiga y les provea de lo necesario para conseguir aquello que anhelan y ustedes le piden.
 
Y sin más dilación le cedo la palabra a D. José Camero Ramos, nuestro ilustre pregonero de la feria 2011.
 
Cuando quieras Pepe
 

PREGÓN FERIA 2011

Buenas noches, Aguadulce:
 
Mis primeras palabras han de ser forzosamente de agradecimiento hacia la señora alcaldesa por haberme invitado a participar en este acto, cuyo objetivo fundamental es poner pórtico a nuestra feria, a los días grandes de fiesta, en que se funden lo religioso y lo profano, la diversión y la devoción, bajo el emblema indiscutible de nuestro santo Patrón San Bartolomé.
 
Pero también debo mostrar mi agradecimiento a quien me ha presentado: Muchas gracias Manoli por esas palabras, demasiado elogiosas y totalmente inmerecidas, que me has dedicado, preñadas de afecto y desbordantes de esa amabilidad y simpatía que repartes por donde quiera que vas.
 
Ser pregonero de la feria de Aguadulce es para mí un honor pero siento una gran responsabilidad, la de poder satisfacer vuestraconfianza.  
 
Voy a intentar cumplir mi cometido con la mejor de las voluntades, consciente de lo alto que dejaron el listón quienes me han precedido como pregoneros en las cuatro ocasiones anteriores: por eso pido benevolencia a todos y todas a la hora de enjuiciar este atrevimiento, pues si siempre he sentido mi cariño y vinculación con Aguadulce, mi estancia aquí no ha sido todo lo prolongada y constante que hubiera deseado.
 
 Vengo de fuera y fuera, en otras tierras de España, se ha ido haciendo y tejiendo mi vida, como ha podido ocurrir a muchos y muchas que estáis aquí escuchando y que volvéis al pueblo impelidos, empujados por la añoranza, por el deseo de recordar tiempos pasados, de revivir situaciones y sensaciones…. vivencias, en definitiva, que quedaron indeleblemente grabadas en vuestras, en nuestras vidas.
 
Y es que, por más que tendamos a olvidar, en nuestra mente, en nuestro corazón queda siempre un rinconcillo con esos recuerdos, que nos hacen volver la vista atrás, encontrarnos con el pasado, sin apasionamiento porque, bien lo sabemos, no todos los recuerdos son felices, aunque sean éstos los que prevalezcan, afortunadamente, por encima de los otros, los malos o menos buenos.
 
Vine al mundo hace muchos años, aquí cerquita, en el número 14 de la calle de San Bartolomé, en la casa que hoy ocupa la ferretería de Eli, en pleno mes de enero y mi padre detalló a lápiz por detrás de su retrato de boda: Pepín nació a las diez de la noche.
 
Ahí comenzó mi andadura vital: incardinado en el pueblo y en un observatorio natural porque por delante de esa casa, situada entre la plaza y la iglesia, pasaban todos los habitantes del pueblo.
 
 Pero mis recuerdos de aquella época remota son pinceladas esporádicas grabadas en mi mente de pequeño observador, pues mi residencia habitual estuvo fuera de Aguadulce desde los primeros momentos…, hasta el bautizo lo recibí en Pedrera.
 
Mis estancias más largas en el pueblo han sido las de las vacaciones estivales, esta época en que el tiempo, el clima nos anima a vivir con mayor intensidad, por la duración de las horas solares y la excelencia de las temperaturas que nos permitían irnos a la cama, a descansar, cuando el sueño nos obligaba, porque las tertulias en las puertas de las casas o en la plaza, prolongadas hasta altas horas de la noche, eran, y son todavía como podemos comprobar, auténtica delicia.
 
Desde San Bartolomé 14 veía el ir y venir de personas, carros, coches, mercancías… Casi enfrente teníamos la casa y tienda de Manuel Pérez con su mujer, Salud, que atendía la venta de frutas y hortalizas, mientras él vendía pescado.
 
Algo más abajo, hacia la iglesia, la casa de Manolito Reina, familia citada siempre como ejemplo de sana y total convivencia: allí nunca se oía una voz más alta que otra.
 
Y en esa acera, la casa de Antoñarra, persona sencilla a carta cabal, cuyas historias, tanto personales como protagonizadas por su perro Alín, me embelesaban por lo que tenían de increíbles. Recuerdo esa casa atiborrada siempre de gente y con el rasgueo, la música constante de laúdes, bandurrias y guitarras.
 
En nuestra misma acera, como vecinos, Pepito Matías, su mujer Carmen y sus hijos Carmen Estrella, Pepe y Manolo con quien he pasado buenos ratos en el pueblo y en otros lugares de nuestra geografía y, más abajo, la casa de mi tío abuelo Manuel Alfaro, y la chacha Esperanza, donde pasé muchos ratos y cuyo patio primero inmortalizamos en una foto Isabelita Romero y yo, con apenas cinco años, vestidos de flamencos, en pose de consumados bailarines.
 
 
 
Esta plaza, lugar de encuentro que nos acoge siempre y es marco ahora de este acto, era terriza y aquí mismo se instalaban algunos cacharritos que nunca faltaban en la feria: columpios, voladoras, una noria chiquita y, cómo no, los caballitos de madera, movidos por el empuje de los chiquillos y mozalbetes que tenían como pago a su esfuerzo el poder subirse al estribo, a la plataforma del tiovivo cuando había adquirido velocidad suficiente para andar por sí solo… y todo eso se amenizaba con la música machacona de un bombo vertical sobre el que descansaban unos platillos, cuyo sonido era Chin-Ta-Tachin, Ta-Tachin, Ta-Tachin, en el que se intercalaba la pregunta: ¿queréis más?...
 
Si el público, quiero decir los usuarios, decían ¡síii!, la cansina ambientación musical continuaba, acompañando al empuje de los chavales y al girar alegre de los caballitos de madera.
 
¡Qué lejos queda aquella feria que, a pesar de su modestia y humildad, se vivía con toda la ilusión y alegría del mundo!
 
El recuerdo se acrecienta con la panadería y horno de Sampedro, cita obligada cada día para adquirir el pan y los rosquillos, de cuya esquina arrancaba la callejuela, hoy calle de San Juan, que llevaba a la huerta de Frasquito, frecuentada por multitud de mujeres que iban con sus cántaros por agua y a comprar frutas y verduras, siendo atendidas por Estrella, la madre de Carmelita (q.e.p.d.), Estrella y Antonio (q.e.p.d.).
 
De Antonio recuerdo una anécdota que se nos refería como ejemplo de responsabilidad infantil: el día de su primera comunión, antes de irse para la iglesia, pasó también, como cada día, a echar de comer a sus conejos. El relato tenía un refrán como moraleja que debíamos retener para siempre: primero la obligación y luego la devoción.
 
En aquellos años, obviamente, el pueblo era otro: sus dimensiones más pequeñas, sus casas más bajas con la cámara en la parte alta, en la que se abrían unas ventanas pequeñas con unos barrotes de madera. No existía el agua corriente y podían contarse las que disponían de cuarto de baño.
 
Así, el agua de consumo en las casas se obtenía de los pozos, que servían también de prácticas y magníficas neveras naturales donde se enfriaba la fruta, hortalizas etc. Me llamaban la atención los pozos situados entre dos casas, cuyos brocales compartían casas colindantes.
 
Las albercas, o en algunos casos el baño de la maquinilla, acogían a los arriesgados bañistas, que normalmente esperaban a la festividad de la Virgen del Carmen como inicio de la temporada de baños, pues según los antiguos, era cuando las aguas estaban curadas.
 
De aquellas, de las albercas, podemos decir que todas eran privadas, aunque la de Puchero, con la imagen imborrable de un borrico andando sin descanso alrededor del pozo y haciendo subir los canjilones de la noria para verter el agua con que se llenaba la alberca, adquiría carácter de pública y allí podía bañarse quien quisiera, pagando una módica cantidad que, si mal no recuerdo, era de siete perrillas o un real, veinticinco céntimos de peseta.
 
Como personajes curiosos de aquellos tiempos cito al apodado Chiquito, quien nos despertaba sobre las seis de la mañana para llevar las maletas a la estación, cargadas en un carrillo de mano: llegados allí, la parada obligatoria en tanto llegaba el tren, era en la cantina de Juan el Estepeño, donde se aliviaba la espera con un cafelito y una copita de aguardiente o de coñac. Al hablar de la estación, recuerdo a Pérez el ferroviario, José Pérez Borrego, tan servicial y amable siempre: una persona buena, en pleno sentido de la palabra.
 
¿Y cómo no recordar a Frasquito, primero como aguador, recorriendo el pueblo con un andar cansino y una expresión siempre sonriente, con su carro que portaba una pipa, un barril lleno de agua, del que tiraba un borriquillo resignado a esta tarea de repartir el agua para el consumo casero?.
 
Cuando se instaló el agua corriente, Frasquito cambió la mercancía a distribuir y en vez de agua, lo que vendía y pregonaba con un arte y gracia únicos, eran verduras y hortalizas… y digo con tanto arte, porque hasta pudimos aplaudirlo en Canalsur.
 
Pero sin duda quien me dejó huella indeleble fue mi abuelo Adelio, aguadulceño de pura cepa, que hacía su vida completamente en el pueblo, y digo esto con rotundidad, porque desde primeras horas del día salía a la calle y volvía a casa casi a la hora de comer, pero antes de sentarse a la mesa echaba en el sillón una cabezadilla reparadora... que normalmente le ocasionaba quemaduras en la camisa, pues solía dormirse con un cigarro muy mal liado pendiendo de sus labios y, claro, la amonestación de la abuela era inevitable.
 
Si se cruzaba con alguien en la calle, la respuesta al saludo de ¡Adelio! era ¡Ole! ¡Pariente!,,, ¡Ole!
 
Creo que era persona querida por todo el mundo,,,, a mí me encantaba acompañarle porque se relacionaba con toda la gente con la mayor de las amabilidades y jamás le vi un mal gesto ni encorajinado.
De él puede hablar Alfonso Lacámara Manero, el Maño, pues fue con mi abuelo con quien hizo sus primeros trabajos, recién llegado al pueblo.
 
Pero Adelio, tan alegre y condescendiente siempre, tenía las ideas muy claras y os cuento una anécdota para ilustrar lo que digo: en cierta ocasión mi abuela Carmen, su esposa, le recriminó que estuviese tanto tiempo en la calle y no se preocupase de las cosas de la casa ni de la huerta y le pedía que cambiase un poco, siquiera un poquillo, sus costumbres, a lo que Adelio, tras pensarlo un momento, respondió: pero bueno Carmen, ¿tú qué quieres, huerta o marí,o? Por supuesto, la buena y paciente Carmen se dio por enterada y no volvió a plantear lacuestión.   
 
En la huerta de mi abuela, la llamada de La Loba o de Alfaro, situada entre la de María Montaño, la de Fachenda y la del Camino Real, adonde no llegaba la luz eléctrica, viví experiencias muy enriquecedoras y dignas de mención pues, aparte de tener que adaptarnos a la luz natural, al horario solar y tener que alumbrarnos con candiles, todo había de hacerse de manera mucho más primitiva.
 
Por supuesto, se cocinaba al fuego de la chimenea, encendido normalmente con mazorcos, situada la olla o sartén sobre las estreves.
 
 De vez en cuando nos visitaba el especiero, un hombre alto con acento de por ahí, creo que manchego, vestido con un blusón y unas albardas colgadas del hombro que portaba infinidad de productos, especias y hasta chocolate. Obviamente, se le adquiría lo necesario para cocinar, aderezar la matanza, hacer pan de higo y hasta para embotellar tomates destinados al consumo del año.
 
Por otra parte, era fundamental atenerse al reparto del agua que, procedente del arroyo de Gilena, regaba y daba vida a las huertas del otro lado de la vía, aunque todas disponían de pozo.
 
Con absoluto rigor y puntualidad se anunciaba la llegada del preciado líquido, cuyo reparto era controlado por el Relojero, el encargado de marcar los turnos del riego, quien levantaba las compuertas correspondientes y decía cuándo podían abrirse las tornas de cada huerta y eso se hacía de madrugada la mayoría de las veces, al menos en lo que recuerdo.
 
Cuando llegaba a la huerta se le estaba esperando y antes de dar paso al agua se echaba tabaco, ese rito (mágico diría yo) de entregar la petaca y el librito de papel de fumar, liar el cigarro cada uno y encenderlo, eso sí, con un mechero de yesca, imbatible por elsolano. 
 
La vida en las huertas era realmente intensa pues, si por la mañana se realizaban las labores propias de limpiar la tierra, eliminar las hierbas, recoger los frutos etc., por la tarde lo recogido se lavaba en la pila situada junto al pozo y se iba situando en los canastos, canastas y fardos correspondientes, a veces cubiertos con hojas de higuera para, ya casi al anochecer dejar preparado el carro que había de llevar esa frutas y hortalizas hasta el mercado de Osuna: los carros salían normalmente de madrugada y regresaban, ya vacíos, a la hora de comer, sobre las dos o tres de la tarde.
 
De esto pueden dar todo tipo de detalles los hermanos Manolo y Pepe Alfaro, con quienes compartí ratos y experiencias imborrables, participando incluso en las tareas propias de la huerta: recogiendo hortalizas y frutos, quitando los plumeros al maíz, despanochando, cogiendo las mazorcas y transportándolas en los algarillones para depositarlas en la era o la explanada donde se secaban y llevándolas después para desgranarlas.
 
Esa tarea de desgranar el maíz me encantó siempre por lo que tenía de faena compartida, de convivencia, porque se juntaba mucha gente, en su mayoría mujeres, que al ritmo vivo de los golpes que se daban con hoces, herraduras etc. sobre la mazorca puesta en vertical, se contaban historias o se cantaba, lo que hacía de esta monótona tarea, un rato o una tarde realmenteagradables.  
 
La presencia de las huertas en el entorno del pueblo tenía una importancia trascendental, no sólo por su verdor, colorido y la abundancia de frutales, sino también por su repercusión en el clima del propio pueblo pues, quienes vivimos aquellos momentos sabemos, porque lo disfrutamos, el frescor que se sentía en el pueblo al atardecer y, obviamente, durante lanoche., 
 
 
 
 
Mi otra residencia, más adelante, ha sido en esta plaza, frente al ayuntamiento, en la casa de mis queridos y añorados padres José y Carmen, habitada ahora por mi hermano y su familia, lugar de residencia y alegre convivencia, primero de soltero y más adelante con mi familia, con mi querida esposa Asunción, y nuestros hijos, José Alejandro, Fernando y Pablo, a quienes desde aquí envío un fuerte y cariñoso abrazo porque ellos han ampliado la saga familiar con sus esposas, Marga y Maritina, lo que me enorgullece y me permite decir que mis hijos ya son cinco, a los que hemos de añadir, cómo no, dos preciosos retoños, nuestros nietos Irene y Alejandro.
 
No puedo hablar de la plaza, sin ver ahí sentados a mis padres, ni recordar a nuestros vecinos más directos que ya nos han dejado: Pepe Montaño y sus padres…, Angelita, Luis y Salud…, Juan el Estepeño y Perico… dispensadme si olvido algúnnombre. 
 
Pero todos los retazos de nostalgia aquí apuntados quedan ya eclipsados por el tiempo: ¡La vida sigue!, podríamos decir y, desde luego, por más vueltas que quiera darle, siempre he llegado a la misma conclusión: hay que mirar hacia delante y, respetando otras opiniones, los tiempos pasados no fueron mejores.
 
Nuestro Aguadulce de hoy no es comparable al de antaño, ni por su crecimiento urbano y la calidad de su edificación, ni por la forma de vida de su gente y la cantidad de servicios ofrecidos a sus habitantes.
 
Hay una gran distancia, una gran diferencia entre este lugar o aldea perteneciente al Marquesado de Estepa, cuyo titular poseía la jurisdicción secular y eclesiástica sobre él y la realidad que hoy disfrutamos. Entonces, hablo de 1751, apenas habitaban el lugar, ni siquiera pueblo o villa, algo más de 40 vecinos (entendamos vecino por familia con cuatro miembros de media) y, aunque ya contaba con parroquia, ni siquiera el cura, el presbítero citado en el Catastro del Marqués de la Ensenada, D. Alonso Pérez, residía en el lugar.
 
De entonces hasta aquí el contraste es enorme: no sólo por la vitalidad de la iglesia sino por la entrega y dedicación de su excelente titular actual, nuestro querido párroco y amigo, Don Juan Dorado Picón, a quien, obediencia obliga por su parte y con mucha tristeza por la nuestra, echaremos muy de menos dentro de unos días……… Don Juan: reciba desde aquí nuestro más sincero y fuerte abrazo, convencido de que nuestro corazón le acompañará en Roma y nosotros contaremos con el suyo siempre, esté donde esté.
 
Hay una vitalidad que se manifiesta en asociaciones, centros y actividades cuya misión fundamental es dinamizar al pueblo: ahí están Alejandro Juan, que ha tenido la amabilidad de acompañarme y dar realce a este acto, motor en la creación y organización de representaciones teatrales, así como en la dirección del coro de la iglesia y Soledad Luque, su esposa, Presidenta de la Asociación de la Tercera Edad “Los Avenidos”.
 
Y sobre este tema de darse a los demás no puedo seguir sin citar a las Hermandades de Ntro. Padre Jesús Nazareno, María Santísima de los Dolores y San Juan Evangelista que, junto a la de la Inmaculada Concepción y San José Obrero, con sus Hnos. Mayores a la cabeza, Rafael Herrera Suárez y José Manuel Jiménez Rodríguez, respectivamente, acompañados con total entrega por las juntas directivas correspondientes, a cuyos miembros no cito por no extenderme demasiado: ellos sabrán disculparme.
 
Todos realizan una labor tan extraordinariamente importante como desinteresada, muestra palpable de su amor a Aguadulce, lo cual merece nuestro más sincero y encendidoaplauso.  
 
La evolución, el cambio en el pueblo, en todos los aspectos, se hace también palpable en la gente que lo habita y es esta cuestión comprobable en el propio saludo matutino.
 
Nos vamos familiarizando con otras fórmulas de uso cotidiano como BON DIA o BON JOUR, GOOD MORNING y hasta BUON GIORNO…. Sin darnos cuenta nos vamos globalizando y mostramos nuestra cualidad de acogedores, de solidarios… como siempre lo hemos sido: es parte de nuestra idiosincrasia.
 
Pero ¡ojo!, que todavía conservamos nuestra manera peculiar de hablar, afortunadamente, y a mucha honra, diría yo.
 
En las noches de invierno, situados en torno a la mesa camilla, podía oírse: “coge la BADILA y echa una firmita” (mover las brasas del brasero para que calentasen más).
 
Aún oímos expresiones como
 “este niño está mu “ESTULLÍO” o
 
con el “CALCORREO” que llevo sólo me falta verte así,
que estás mu “DESATENTAO”…,
 
¡quítate del “REBATE”…¡,
 
anda, dame ese “CACHUCHO” o
 
ese es un “BILORIO”
que no para de decir “CHOCHURROS” o
 
“ese es mu MORRÚO”…..:
eso, se quiera o no, es riqueza de lenguaje.
 
Y hablando de cultura y esencias, sin olvidar la naturaleza de este acto, aprovecho el momento para aplaudir la apertura del Centro de Interpretación de las Huertas y el Museo, realmente magnífico, de Lorenzo Martos y animo a que estas iniciativas públicas o privadas se vean continuadas y sus fondos enriquecidos con otras adquisiciones odonaciones.  
           
Pero hoy estamos todos contentos… la alegría es general, por muchos motivos: San Bartolomé, nuestra feria, cierra prácticamente el ciclo festivo de toda la comarca, es decir de todos los núcleos que componían el territorio del señorío, del Marquesado de Estepa, pero es nuestra feria, la que todos y todas hemos disfrutado siempre con la mayor de las ilusiones.
 
En Aguadulce fundimos los conceptos de “feria” y San Bartolomé, la pregunta es indiferente, lo mismo preguntamos si vendrán a la feria, que a San Bartolomé.
 
San Bartolomé ejerce una atracción especial, lo sabemos todos, no sólo aquí sino en toda la comarca.
 
Desde hace muchos días el pueblo se engalana para acoger al forastero y, de manera muy especial, para recibir y acompañar al santo en su paseo por estas calles. El trajín se advierte en todos los sitios, hasta en los rincones más alejados. Y aún podemos oir decir a quien blanquea su casa: ¡Dolores! ¡Dale a losREORES!. 
 
Yo recuerdo cómo se vivían los prolegómenos de la celebración en las casas, la novena y la colocación del pañuelo en las andas del santo, porque mi tío Bartolomé tenía una manda (expresión muy nuestra) de portar al santo en su procesión y ahí, claro, cuando se le notaba el esfuerzo, echábamos una mano tanto mi primo Silvio como mi hermano Leopoldo y yo.
 
Hay una expresión que siempre he advertido en los rostros de quienes contemplan el paso del santo por las calles, por cada casa, una expresión, como digo, de súplica y con ella la frase que acompaña a la plegaria con la mirada clavada en la imagen del santo: ¡hasta el año que viene!, ¡que pueda, que podamos verte el año que viene!… con cuánto anhelo se le habla a San Bartolomé….¡Dános salud para volver a verte!.... Yo diría que hasta en silencio se le habla al santo.
 
Estoy convencido, porque lo he observado siempre y podremos constatarlo también el día 24 por la noche, que creyentes y no creyentes, incluso quienes no se acercan a la iglesia con regularidad, viven y expresan estos mismos sentimientos y deseos y que los corazones de todos se abren en la más sentida de las oraciones, de las plegarias, esas que salen directamente del corazón y, aunque en silencio, son gritos de amor dirigidos al Santo Patrón, protector de todos, de nuestro pueblo.
 
Recuerdo aquellas fechas con total cariño y al hacerlo me vienen a la mente los nombres de quienes compartieron con nosotros ratos de sana alegría, de devoción y de total camaradería, porque en la feria se rompen todas las barreras para dar paso al denominador común de la CONVIVENCIA con mayúsculas, lo más bonito que puede existir entre nosotros: se abren las casas para acoger a los de fuera, se amontona la familia pero con la sana alegría del cariño, son fechas en que todo se comparte porque las barreras se diluyen.
 
Antes de seguir, debo dedicar un recuerdo especial a quienes nos han dejado pero que nos acompañan constantemente en el recuerdo: sé que los nuestros vuelven cada año para hacer más grande nuestra alegría, porque no se han ido realmente, no han dejado de estar en nuestros corazones.
 
Quiero mentar en primer lugar a Jesús Cañete, estepeño enamorado de Aguadulce, marido de Isabelita Romero, tan ferviente devoto como entregado feriante, artista único en el arte del chiste. Juan Flores Tejada, nuestro querido amigo, D. Juan el Practicante, un hombre entregado por completo al pueblo y a su profesión, bien lo sabemos.
 
Junto a ellos sólo citaré, por no extenderme demasiado y pidiendo disculpas por las omisiones que pueda tener, a Miguele, Bartolo, José Eduardito…
 
Pero a esa tristeza del recuerdo quiero contraponer la alegría de la vida que continúa y que se va renovando constantemente en las generaciones que nos siguen.
 
 Antes he nombrado a mis nietecillos Irene y Alejandro, pero a ellos han de unirse otros nombres que son la ilusión de cada casa, la esperanza del futuro: ahí están, Pepe, Juan y María, Carmen, David, Miranda y Marcos, Pilar, Yoel y Pablo, Jesús y Gemma…, esas trillizas tan tiernas, a las que no consigo diferenciar por más que las vea, que semejan dulces de melocotón, manzana y pera: Laura, Lucía y María y todos los niños y niñas del pueblo, ramillete hermoso de dulces fragancias e inusitadas ilusiones …, tanto los nacidos como los que se disponen a salir desde el vientre de sus madres.
 
Y a las madres, a la mujer de Aguadulce, a cuantas estáis aquí en presencia o de corazón, a vosotras que sois fuente de vida y la gracia que armoniza nuestra convivencia, a todas nuestras mujeres, jóvenes, maduras y mayores quiero dedicar un requiebro, el piropo más merecido porque:
 
 
en su andar derraman gracia,
con su hablar nos acarician,
con sus ojos tejen sueños
de enamoramientos ciegos
 
y en sus labios bordan poemas
repletos de amor sincero y eterno….
¿Qué tenéis en Aguadulce
que enamoráis para siempre?
  
 Quiero haceros un canto,
 hilvanaros un soneto
 en que plasmar vuestro genio,
 pero me faltan los versos.
 
 Quiero enhebrar un requiebro,
 pero no tengo palabras
 para cantar tu elegancia y tu gracia,
 la armonía linda de tu cuerpo.
 
 Quiero escribirte un piropo
 tan dulce como tus sueños,
 pero me rehúyen las musas
 ¡seguro! muertas de celos
 porque eres la más guapa
 de toda esta bendita tierra,
 la vida y el alma de Aguadulce,
nuestro tan querido pueblo.
 
 Y…. ¡vámonos ya pa la feria!
 
No sé si este pregón os ha llegado, si os ha motivado para entrar en ella con alegría, pero sí digo que en él he puesto todo mi cariño, mi corazón.
 
 ¡Vamos a divertirnos, chicos, mayores y medianos, pues no existe mejor regalo que poder compartir estas fechas, estos días tan anhelados!
 
 ¡Bajemos ya a la feria, a disfrutar su alumbrado y echemos siquiera un ratito saboreando el pescaíto y, como no podremos sujetarnos, a tomar una copa, los mayores, y los chicos…. a probar los cacharritos!.
 
 Aquí abrimos la feria con nuestros mejores deseos y toda nuestra ilusión:
 
 ¡Disfrutemos la alegría de volvernos a ver!
 ¡Viva nuestra feria!
 ¡Viva Aguadulce y su gente!
 ¡Viva y viva SANBARTOLOMÉ! 
                               
   MUCHASGRACIAS 
 
      José Camero Ramos
           19 agosto, viernes, 2011

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